martes, 10 de enero de 2012

Un cruel engaño.

Era una época desastrosa y con ella se llevaba miles de vidas.
También era una época en la que las diferencias sociales eran abismales.
Charlie era un noble, primogénito de Charlie J. Su padre lo obligaba a labrarse un futuro el cual para él no tenía salida.
Un día, tras ser lo que hoy en día llamamos mayor de edad, bebió sus primeros licores. Se emborrachó, ahogando sus penas y sobre todo despotricando de su padre.
De camino a casa, cantando viejas canciones, tomó el camino equivocado, adentrándose en un oscuro callejón; en él se encontraban los borrachos más pobres de la ciudad intentando comprar los servicios de alguna prostituta que daría lo que fuera por conseguir unas monedas o algo para comer.
Entonces vio a una joven que fue arrojada a la calle por un hombre, éste la golpeó obteniendo como resultado débiles gemidos e inexorables súplicas de la joven, el hombre la llamó "puta" y se marchó.
Charlie, como tal caballero que era, fue en su ayuda.
-¿Está usted bien, señorita?
No dijo nada, tan solo lo miró y Charlie pudo ser testigo de las horrorosas heridas en su rostro.
-¡Cómo tal descortés caballero le ha podido pegar a cuán hermosa dama! ¡Pobre diablo!
La joven lo llevó a su habitación donde vendía su cuerpo. Charlie sentía pequeñas náuseas.
-No me ha dicho su nombre, ¿cómo se llama, señorita?
-Ramera.
-¿Disculpe?
-Ramera. ¡Me llamo ramera!
Lloró. La chica lloró y se abrazó al hombre que no la rechazó pese a la peste que desprendía.
Charlie acarició su larga cabellera pelirroja y miró sus ojos grises, ese gris que admiras cuando el cielo está nublado.
Se produjo una situación desconcertante; de repente Charlie juntó su frente con la de la joven y como si fuese una cohesión se besaron. Fue algo inesperado porque él no es que quisiera besarla sino que su cuerpo se vio obligado a hacerlo, desprendiendo un apasionante ardor que fue aumentando conforme compartían su deseo.
A la mañana siguiente aún se encontraban en la habitación de la joven; estaban acostados en la cama exhibiendo su desnudez. Charlie dibujaba formas abstractas en la suave espalda de la mujer.
-Rosalie.
-¿Qué? -exclamó Charlie, creyó que estaba profundamente dormida-
-Mi nombre es Rosalie.
-Rosalie... -lo pronunció con ternura-
Después se marchó, le prometió a Rosalie volver cuando fuese seguro, pero cuando llegó su padre le dio una gran sorpresa. Una joven, quizás demasiado alta para ser esbelta, se encontraba con su padre, este le dijo que sería la futura esposa de su hijo.
Pudo haberse opuesto a ese matrimonio concertado e impropio para él, pero no lo hizo, se casó con la Señorita Richarm porque tenía muchísimo dinero, y con él podría curar la enfermedad que envolvía a su querida madre; el tifus.
Pasaron los años, no volvió a ver a Rosalie y su madre falleció porque no se empleó el dinero en el acuerdo acordado debido a que su padre hizo un cruel engaño afirmando que esta estaba atendida por cuidados, pero no era así. Charlie vivía sumido en una mentira; su padre le engañó con los cuidados de su madre, su esposa no lo amaba más bien lo odiaba y él también a ella y encima no se encontraba con su querida y dulce Rosalie.
Una tarde, tras mucho planear, fue a la casa de rameras donde trabajaba Rosalie; habían pasado 5 años.
Una mujer, que organizaba los servicios de todas las rameras, estaba en la pequeña sala de espera.
-¿Desea algún tipo de servicio señor?
-Solicito su ayuda.
-Eso le costará, señor. -la mujer puso una sonrisa falsa exhibiendo unos dientes amarillos. Charlie le dio unas monedas- ¿En qué puedo ayudarle pues?
-Rosalie. ¿Sabe quién es Rosalie? Trabaja aquí...
-¡Ohh! ¡Rosalie! ¡Cómo no acordarme de ella! Pobrecita...
-¿A qué viene tal sorpresa?
-No es sorpresa señor, es pesar. La joven falleció hará unos 3 años.
-¿Qué? -se le abrieron tanto los ojos que por poco no se le salen de las órbitas-
-Señor desgraciadamente los pobres no precisamos de medios médicos para vivir más tiempo, la pobre murió de tifus... Gracias a Dios está en paz descanse.
Rosalie había muerto de la misma enfermedad que su madre... ¡Todo por culpa de su padre! Si hubiese trabajado en algo que él quería hubiera conseguido suficiente dinero para poder hacerse cargo de las dos únicas mujeres que más había querido.
Se fue. Charlie corrió las escaleras hasta subir a la habitación donde pasó la velada más magnífica de su existencia.
Su olor, su cuerpo, su calor, sus labios, esas sábanas que tanto escondieron, esos dibujos que trazó con sus dedos sobre su espalda... "¡Todo es un infierno! ¡Un cruel engaño por parte de mi condenado padre que si no fuese por él hubiera estado con una perfecta mujer que me amó! ¡Por qué Dios! ¡Por qué me haces esto! ¡Por qué pagas tu ira sobre alguien que siempre ha sido leal y caballero! ¡Por qué!"
Desde ese día Charlie no volvió a ser el mismo; se volvió tosco.
Nunca quiso ser lo que en un pasado vivió, pero por culpa de dicha persona, que para él es innombrable, perdió todo lo que una vez fue. Se convirtió en lo que más odiaba y temía: su padre.
Cuando Charlie murió pronunció estas últimas palabras:
-¡Ohh cruel destino que con tu bendita mano te ríes de la gente honorable! Lo único complaciente que me diste fue ella y me lo quitaste. Pero ahora... La muerte será mi dulce pecado porque no podrás separarnos nunca más...


***
Lucía12: Gracias de nuevo. Eso espero, que te quieras porque así solo te querrán los demás ^^
En verdad he estado trabajando en el otro blog, pero sin publicar, ¡haber si de una vez me decido a terminarlo! xD
Yo también pienso eso :) como si nos conociésemos ya =D