lunes, 16 de abril de 2012

Pan, leche y miel

Época: Edad Media.
Estamento social: burguesía
Descripción: Emily es una joven burguesa con pensamientos emprendedores. Es alta y delgada, pero sin llegar a ser desgarbada. Su pelo es del color de la miel, y sus ojos tiñen el color del mar. Constituye a una dama de unos 20 años de edad, es soñadora y atolondrada, los pueblerinos la califican como "muy sonriente" y demasiado "buena". Su familia la trata con odio, siempre la obligan a realizar trabajos que no le corresponde debido a su posición social pero, aún así, los lleva a cabo sin protestar. Suele llorar con facilidad y tiene un corazón tan grande como el cielo.
***
Emily fue a realizar un trabajo que su padre había mandado. Al caer el atardecer ya había terminado y, como todos los días, compró el pan para que sus hermanos pequeños pudiesen cenar con miel y leche.
Siempre solía hacer su trabajo con mucha meticulosidad debido a que, si era erróneo, podría ser duramente castigada.
Su vestido se movía por la fuerte corriente que la ciudad arrastraba al igual que las enfermedades propias de la época... Su prenda era elegante pero no llamativa, un simple vestido de satén azul apagado con pequeños bordados hechos a mano por la zona de la barriga y el pecho.
Su pelo era largo, muy largo. Cualquiera tenía fantasías con tocar ese cabello y desnudar a la joven para depositar con suavidad su cabello sobre el pecho y taparlo con afecto.
Tarareaba una nana, una nana que su abuela, en paz descanse y a voluntad de Dios, siempre cantaba alegremente.
Fue entonces cuando vio a un niño de unos 4 años cubriéndose con las manos para amainar el frío que le consumía.
A Emily se le partió el corazón y corriendo fue en su ayuda. El niño le miró con esos ojos negros llenos de miedo, estaba sucio y tenía sangre en la mejilla derecha. Ella le acarició la cabeza y con su pañuelo le limpió la sangre que brotaba, además, se quitó una tela que cubría sus hombros para calentar al muchacho.
Le sonrió pero a la vez soltó una lágrima y, el niño, con su dedo pulgar se la secó.
-No haz de llorar.
La dama se sorprendió y, como si se diese cuenta de algo muy importante, sacó el pan, la leche y la miel que había comprado. Ni se lo pensó, y con mucha ternura se lo entregó. El niño no negó el aceptarlo ya que estaba hambriento. 
Cuando terminó se echó a llorar y dijo:
-¡Sabe a Gloria! -ella lo atrajo a su pecho-
"¡Matt! ¡¿Dónde estás Matt?! ¡Ven aquí ahora mismo!"
Y Matt, tal como se llamaba, se fue corriendo pero, tras dar unos pasos le dijo a Emily:
-Gracias, que Dios te bendiga.
Los días siguientes transcurrieron igual, con cierto aire de monotonía, pero no volvió a ver a Matt.
Un día fue a recoger fresas y, cuando se dirigía a su casa, vio en una fosa el cadáver muerto de aquel niño. Se le calló la cesta con la fruta y corrió, corrió muy lejos.
A la noche llegó a su casa, era muy tarde y su padre, como consecuencia de ello, le dio una paliza.
Caminió hasta su cuarto destrozada, pero no por los golpes, sino por el niño.
Se echó en su lecho a llorar.
"No haz de llorar", las palabras de Matt se repetían sin cesar.
-Lo siento -dijo entre sollozos- pero me es imposible...
Desde ese día, le dan escalofríos cuando come pan, leche y miel. Unos escalofríos que simbolizan la inocencia de un niño arrastrada a la muerte.

1 comentario: