De una forma u otra soy adicta a ti.
Hablar contigo cada vez se me hace más duro. Quererte en silencio duele, quiero que me tapes los ojos y yo, todo lo ingenua posible, adivine tu nombre, me de la vuelta y con una sonrisa me abraces tan fuerte como la intensidad con la que mis lágrimas caen en este instante.
¿La quieres? ¿Es cierto que la quieres? No sé, pero sea ella o sea otra no seré yo. No seré yo a quien toques, a quien abraces, a quien beses, a quien sonrías... No seré yo a quien ames.
Intento no pensar que es ella quien te da todo ese cariño que yo deseo, pero mis pensamientos alzan la imaginación como un pájaro al desplegar sus alas.
Y tú ciñes su cintura con tus fuertes brazos, besas su hombro hasta que tus labios caminan por su cuello, muerdes su barbilla y a ella se le eriza la piel. Ella coge tu cara entre sus pálidas manos y tú acercas tu frente a la suya ¿Juega contigo? No sé, pero a veces sueño con que así sea para ser yo quien luego te consuele. ¿Soy egoísta, cruel, celosa? Estoy segura de ello, pero si lo soy será porque te quiero, ¿no?
Me pinto los labios de un rojo carmín, me imagino besándote, dejando mi marca de labios en los tuyos, una marca que signifique que eres mío, pero una marca rosada cubre la mía por completo.
¿No se suponía que antes era yo el motivo de tu respirar? ¿Por qué entonces me has olvidado tan fácilmente?
El tiempo cura todo, es cierto. Es cierto porque yo lo estoy sintiendo, antes me dolía más, era un sin vivir, mi corazón no latía, mis pulmones no reaccionaban, mis manos temblaban, mis ojos regaban el campo de mis marchitas mejillas, mi cuerpo estaba inerte y frío... Y, por las noches, comenzaba la pesadilla. Recordaba lo que me decías, parecías tan sincero... Lo recordaba y volvía a sollozar.
Pero ahora, es como si todo fuese más sencillo. Ya no es una agonía, simplemente algo a lo que te tienes que acostumbrar.
La herida comienza a sanar, pero tú eres veneno, y si tu ponzosoña boca pronuncia las palabras exactas se volverá a abrir. Si esa herida se abre será doloroso pero sentiré el placer de una mentira o una verdad dulce, muy dulce.
He de admitir que por las mañanas al abrir los ojos miro al otro lado de mi cama deseando que seas tú lo primero que vea. Sin embargo, solo veo la claridad de la mañana.
Recuerda algo; cuando tú estés solo quizás yo ya no quiera ser quien esté a tu lado. Quizás sea demasiado tarde o quizás no.
Me miro al espejo, aún tengo el rojo carmín pintado en mis labios. Mi lengua saborea una lágrima que consiguió escapar de mis pestañas.
Con mi mano seco la lágrima y sin querer el rojo carmín se corre de mis labios a mi barbilla.
Ahora veo el sollozo de mi corazón reflejado en la palma de mi mano por un rojo carmín.
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